lunes, 1 de noviembre de 2010

Nueve de nueve

Edición dos mil diez. Año Santo compostelano. Ya sé que para algunos este dato es irrelevate, pero no para mí (ni para la ciudad de Santiago en general). Recuerdo ahora, al ver la medalla que nos han dado a los valientes (los que tomamos la salida, superamos -bajo la lluvia y frente al viento- las vicisitudes del recorrido inventado para la ocasión, y llegamos a la meta más bella), que en dos mil cuatro se hizo una presea ex profeso para tamaño evento, en la que figuraban la concha y el texto que recordaban que no se trataba de un año cualquiera en Compostela.

Dos mil diez. Se va extinguiendo la poca ilusión que me queda por esta Carrera, sin freno, y a pesar de mis pesares. Y es que el poco cuidado en los detalles que la rodean, hace que muchos nos empecemos a cansar.

Poco parece importar a los políticos y a los organizadores que hayamos tenido que pagar -por primera vez en 33 ediciones-; que hayamos tenido que superar, física y mentalmente, las nuevas cuestas del recorrido accidental; que hayamos madrugado el único día del año que podemos dormir más; que hayamos aguantado el frío, la lluvia, el viento... Todo ello, aún sabiendo que recibiríamos lo de siempre: un maravilloso final de carrera, que nos intentan vender como si no pudiésemos hacerlo todos los días, como si no fuese nuestro, sino de ellos.

Sepan que la Plaza del Obradoiro y el casco antiguo de Santiago (Patrimonio de la Humanidad desde 1985) no serán suficiente el día de mañana, a poco que otros sitios se lo propongan. Menos vender lo que de por sí es de todos, y más cuidar al corredor, el estado del recorrido, etc., etc. Porque no, no nos da igual que cada año nos estén cambiando algo del circuito. Es un cachondeo, tan monumental como la propia ciudad por la que discurre.

Ayer corrí mi novena Carreira Pedestre Popular consecutiva. Quisiera llegar a 10, a 25, a 50... pero no lo veo claro. El conformismo la está devorando. Pequeños detalles la hacían única, pero están despareciendo. Por suerte, ahora hay mucho con lo que poder comparar, y la situación no es alentadora para la decana de las populares gallegas.

Esto no es más que un aviso a navegantes. Cada cual que aguante su vela. Si es así, a cambio, sostendré la mía: la de corredor fiel a una de sus carreras favoritas.

Me quedo, hoy, con lo bueno: el debut, a los treinta y ocho, de mi mujer; haber coincidido con amigos y amigas extraordinarios; haber superado la pereza; y tener nueve de nueve Pedestres, nada fácil. lejos queda ya mi primera edición en 2002. Aquella fue mi primera carrera...

martes, 22 de junio de 2010

Equipos

Dice el diccionario de la RAE, en una de sus acepciones sobre la palabra equipo: "En ciertos deportes, cada uno de los grupos que se disputan el triunfo". Bueno, puede ser... A mí, desde luego, me parece una definición bien escasa. Un equipo es mucho más que eso, y las tipologías son, además, muy variadas.

Hace unos meses, cuando empecé a entrenar con los CARSantiago, en cierto modo me adherí a un grupo de personas que se organizan casi como tal, a la hora de entrenar y de compartir vivencias a lo largo de la semana. Cada día disfruto más de la compañía de este grupo humano, que tanto me hace crecer como "deportista" y como persona.

Por otra parte, y como muchos sabéis, en el Circuito de de Correr en Galicia "compiten" multitud de equipos por un premio imaginario (que esta mucho más cerca de la honrilla de sus componentes, que de lo meramente material). Recuerdo, como si fuera hoy, que a través de un amigo forero fiché in extremis por "Os camisolas molladas", a principios de temporada. Escéptico al principio, me ha ido sorprendiendo cada día la interrelación generada entre los componentes de este quinteto, y con la buena onda que genera esto del running. Fonvigo, Koala36, Ex_chema, Adrián y Ferraduro, no somos personajes de un cómic de ficción, pero casi. Y, de forma asombrosa, aunamos nuestras fuerzas por un fin común que sólo está en nuestra imaginación; que tiene bastante que ver con el carácter competitivo del ser humano, pero muy poco (y ahí está lo bueno, creo yo) con la cultura materialista que invade nuestras vidas. Gozamos como niños de nuestras minúsculas proezas, compartimos experiencias, nos alentamos y aconsejamos, nos ayudamos en lo posible, y, lo que es más importante: jamás nos reprochamos nada. Vamos, que hagamos lo que hagamos es un éxito para nosotros. Simplemente genial.

Y de no tener ningún equipo hace unos meses, a tener tres, pues hace unos días recibí el alta federativa de la mano del Club Coruña Comarca. Son varios los amigos que forman parte del mismo, y espero hacer todavía más. Me hace ilusión participar en pruebas federativas (tanto en pista como en cross), y seguir exprimiendo, así, todas las posibilidades que brinda este deporte. Todavía no me he estrenado (ni siquiera tengo equipación todavía), así que poco más que contar por ahora.Otro día contaré...

sábado, 8 de mayo de 2010

La mayor emoción

Hace unos meses, un buen amigo decidió ponerse a correr. No sé hasta qué punto pudo influir en él lo bien que se me ve desde que practico este deporte. El caso es que Álvaro -que así se llama- se fue un buen día a la tienda de deportes, se compró lo básico para empezar, y se puso a correr. Con pequeños altibajos, siempre derivados de sus circunstancias familiares y profesionales, ha ido logrando engancharse a esto. Y, como todo los runners saben, esto significa que está logrando superar la fase más difícil del proceso.

Hace apenas un mes, Montse se ha puesto también a ello. Para ella, se trata de algo más que hacer ejercicio de cara al verano. Más bien, correr se ha convertido en un reto personal que depure su cuerpo, pero sobre todo su mente. Parece que funciona. Cuántas veces me habrá acompañado ella -como fiel amiga y esposa- a las carreras. Cuántas veces se habrá empapado de las emociones que se sienten en cada prueba, por modesta que esta sea. Desde hace un par de años, ella y Mateo (nuestro hijo) me acompañan, animan y besuquean sin importarles el resultado. Entienden perfectamente lo que disfruto participando en ellas, y compartiendo con muchos colegas los kilómetros que sean.

Álvaro y Montse van por buen camino. Están pasando cada una de fases del "novato": ahogo al arrancar, preocupación excesiva por el crono, necesidad de saber el kilometraje exacto que han hecho, inquietud por cómo será su primera carrera...

Calma y paciencia, les digo, al tiempo que les animo -ahora también desde este blog- a continuar así. Van muy bien, la verdad. Ya estoy deseando verlos cruzar su primera línea de meta. Conversar con ellos en ese momento de éxtasis. Cierro los ojos y puedo imaginar esos instantes perfectamente, incluso puedo adivinar exactamente las palabras que, entre jadeos y tragos de agua, me dirán.

¡Qué emoción se siente al terminar la primera carrera! Ninguna prueba posterior, a pesar de lo mucho que se mejora con los años de entrenamiento y de los logros que se van consiguiendo, se puede comparar, ni de lejos, a esa primera vez.

miércoles, 14 de abril de 2010

Vigbay 2010


De camino comentamos la última hora y media de nuestras vidas.

Nos vamos a duchar al Hotel de siempre.

Llega contento a medias. Es la tónica general. Llega con cara de agotamiento.

Espero a Javi. Sentado, escucho el intercambio de opiniones, cruces de palabras, mensajes de enhorabuena, de ánimo, de "otra vez será", de "hoy no era el día", incluso de "¡cómo me gusta el calor!". Una multitud se agolpa en el panel de resultados para ver en primicia las clasificaciones, todavía oficiosas.

Acuarius, yogur, plátano, roscón, kiwi, agua... Viandas para los "valientes".

¿Este señor se referirá a mí? Alguien jalea por megafonía "Este corredor entra como una flecha".

He mejorado mi objetivo: ¡BRAVO!

1:24:28

Gritos de ánimo para mi sprint final.

El principio del paseo marítimo indica que la meta está cerca. Queda un último esfuerzo.

Mi Mujer y mi Hijo gritándome en la puerta del Hotel (trago en seco, pues no me queda saliva).

Sabarís siempre se me hace larguísimo, parece no terminar nunca, pero hoy he regulado correctamente las fuerzas, voy bien.

Este puente indica la entrada en el último sector de la Carrera, ¡ya queda poco! ¡Vamos! ¡Voy bieeeeen! ¡Venga!

Esponjas en el suelo, multitud de gente gritando, animando, llamándome por mi nombre (gracias a la inscripción del dorsal). No cojo esponja, no quiero romper el ritmo.

La Playa se termina, por fin. Unas cheerleaders nos animan lo indecible, ¡cómo mola! ¡Gracias!

Gente parada, gente andando, gente corriendo mucho más despacio de lo habitual, jadeos, sudoraciones, dehidratación, malos pensamientos... Pienso que he hecho lo correcto al reducir velocidad en el kilómetro 5. Cada vez estoy más convencido, porque, aunque queda mucho, voy bien.

El entrenamiento se nota. He pasado la cuesta de siempre mucho más fácil de lo habitual.

Busco la velocidad de crucero que me permita llegar a los kilómetros finales de forma óptima. Intento no beber ni coger esponjas. No estoy acostumbrado y me rompe el ritmo.

¡A 3:45! Gracias, pero no. Hay que reducir la marcha. Pregunto a un conocido el ritmo que llevamos.

Las vueltas a Samil son un espectáculo. Más de 3.000 corriendo en carrusel. Me gustaría verlo desde el aire, pienso.

La gente anima con todas sus fuerzas. Amigos, familiares y público en general están entregados ante tamaño despliegue organizativo y respuesta popular.

Con esta llevamos 7. No está mal, reflexionamos. El pistoletazo de salida nos pilla por sorpresa, hablando, quitando los miedos y los nervios, deseándonos suerte los unos a los otros, despejando las últimas dudas a los primerizos...

Busco un sitio apropiado y lo menos incívico posible. Ya se sabe lo incómoda que es esa sensación. Necesito mear.

Paso de calentar más, ¿para qué? ¡Con el calor que hace! Se hace imposible correr 10 metros seguidos sin esquivar a alguien, o sin encontrar a algún colega que te haga parar a saludar.

Me lo tomo casi de golpe, no hay tiempo que perder. Pido un café solo en la cafetería de siempre.

¿Has visto, Javi? Cada año hay más gente. ¡Esto es una fiesta!

Muchas gracias por todo, le digo. Pago y deseo al chófer buen día.

En la puerta del Hotel nos espera, puntualmente, el taxista que habíamos contactado el día anterior para llevarnos a Vigo.

Últimos detalles. Repaso que llevo todo: chip, dorsal, gorra...

Los ojos se me humedecen. Escucho el "¡¡¡mano Papi!!!" de mi Hijo. Me despido de Montse y de Mateo.

Desayuno prácticamente lo mismo de todos los días. Para qué cambiar...

El buffet está repleto de cosas. Llego al comedor de la planta baja.

Cojo el ascensor. Salgo sigilosamente de la habitación 117. Procuro no despertar a nadie.

Parece que he descansado bien...

El despertador suena implacable: las 7:50 a.m.

Me acuesto pensando: ¿hará mañana tanto calor? ¿cómo plantearé la carrera? ¿conseguiré mi objetivo?

Me despido de Javi y de su familia.

Al llegar al Hotel comentamos los últimos detalles antes de retirarnos a descansar. En dos días repasamos nuestras participaciones en la Vig-Bay. Cada año sumamos anécdotas, vivencias, sensaciones, logros, decepciones, pero, sobre todo: ganas de volver.

miércoles, 31 de marzo de 2010

E-mail al CARSantiago

Enhorabuena a todos. ¡Qué grupo tan multidisciplinar y aplicado! Así da gusto.

En cuanto a mi hazaña dominical... por llamarla de alguna manera, consistió, primeramente, en perderme la cabriolada de Manuel y Mocho (¡cómo me hubiera gustado!), pero mi débil y muy tardío S.O.S. se perdió en el océano de Internet... Otro día será. Por ello, no me quedó más remedio que "montunear" solo. Y es que sí, queridos colegas, parece que finalmente he sucumbido a la llamada de la selva. Vamos, que me empieza a atraer mucho lo de los recorridos arbóreos, las cuestas interminables, los caminos inventados y el barro hasta las orejas. Puse a prueba mis piernas en las pistas del Pedroso. Subí hasta la cima por un lado, bajé por otro, volví a subir por un camino nuevo (hasta llegar al otro repetidor), y bajé por los que había subido en primer lugar, para emprender la vuelta a casa. Un total de 1:37:15.

Desde lo alto de este promontorio, como ya sabéis, se puede disfrutar de manera privilegiada, y a vista de pájaro, de la comarca compostelana (incluso más allá). Pero, por encima de esta visión, siempre desbordante en lo que a lo sensiorial se refiere, estuvieron algunas otras sensaciones. La primavera asomaba, con fuerza, en cada rincón del paisaje, y, desde mi atalaya, podía observar cómo las nubes y claros ensombrecían o alumbraban zonas de terreno de forma aleatoria y dinámica, proporcionando un auténtico espectáculo lumínico. Los pájaros (quién sabe cuáles) celebraban alegremente la llegada del solsticio. Jóvenes insectos alados -en prácticas de vuelo todavía- seguían mi chillón cortavientos con ansia desmedida. A veces, entre zonas de bosque quemado, que conformaban angustiosas hileras de troncos inertes y tiznados, se entreveían zonas frondosas y verdes pobladas de flores amarillas que, al ser bañadas por el sol, impactaban sobremanera a la vista, mostrando, presumidas, su fulgor. ¡Qué grandiosa metáfora del Mundo!, la de la vida nueva e imparable tras un paisaje de muerte y desolación...

¡Ay! ¿para qué pedís crónicas? Uno, que es sensible (y un poco cursi), se emociona y escribe lo que escribe.

Os veo mañana, donde siempre.

Siempre quedará París...

Da gusto leer las crónicas de los compañeros de fatigas. Impresionantes, de verdad.

A continuación os dejo una mía, reciente, por si interesase a alguien. La experiencia fue memorable, creo. Urbana y solitaria, entre otras cosas.

El sábado ya había caminado unas 6 o 7 horas, callejeando por la Ciudad del Sena. Disfrutando de sus boulevares, de sus monumentos, de su gente... e intentando disfrutar al máximo el tiempo que tenía, que no era mucho. De noche, ya en el Hotel, pensé concienzudamente lo que me esperaba al despertar: los lugares que recorrería, el tiempo que precisaría para realizar el itinerario previsto, las pequeñas callejuelas que me servirían de atajo para acceder a los sitios que quería visitar...

Por fin desperté. 7:00 a.m. Desayuné con calma y abundantemente. Subí a la habitación para cambiarme de ropa, y luego me dirigí hacia la puerta del Hotel. Allí me despedí del recepcionista chino. El mismo que me había encontrado cuando llegué, el viernes. O curraba las 24 horas del día, o tenía un hermano gemelo... Me miró con cara rara cuando le expliqué a dónde pensaba llegar corriendo. Seguramente, creyó que le estaba vacilando.

Por fin salí. Mi hotel estaba en Passy, muy cerca de Trocadero. A apenas diez metros, doblando la esquina, ya se veía la Torre Eiffel. Hacía fresco, pero el ánimo podía más. Peor estará el alto Sil, pensé, acordándome de los amigos que allí estaban. Ojalá les vaya bien, deseé interiormente. Y fui cogiendo ritmo, desperezándome al mismo tiempo que lo hacía la emblemática Torre de la helada invernal.

Palais de Chaillot, Pont d´e L´éna, Torre Eiffel, Champs de Mars, École Militaire… inicio maravilloso, de ensueño. Apenas había tráfico, y la poca gente que deambulaba por la calle estaba corriendo, de manera que todos nos saludábamos con un cortés “¡bonjour!” (otro loco, pensábamos).

Les Invalides, Saint-Germain-des-Prés, Saint Sulpice, Palais du Luxembourg, Panthéon, Val de Grâce, Port Royal, Saint Jaques (esta fue la única iglesia en la que osé entrar en pantalón corto, muy poquito, y por razones obvias). De ahí a la Sorbonne, Saint Séverin (un pequeño tesoro, que encontré por azar), para llegar en apenas un minuto a Notre Dame e Ile Saint Louis. Terminada la rive gauche del Sena, me dirigí hacia Bastille (¡quién no se acuerda allí de 1789! El año que cambió el Mundo), y de ahí a la monumental plaza de la République. A través de la extensa Rue Réaumur, llegué a la Ópera de Garnier (más espectacular aún de lo que jamás había soñado). Bajé hacia le Madelaine, y aterricé en la plaza de la Concorde, con su impresionante obelisco, de refulgente remate piramidal. “Sólo” me quedaba subir Champs Elysées hasta el Arco del Triunfo. Leve cuesta arriba que uno coge con todas las ganas del mundo, cual Indurain vestido de amarillo, con la inmensa arcada triunfal al fondo, acercándose muy lentamente. Llegué, por supuesto. Fresco como una lechuga, pero con el tiempo justo para darme una ducha y dejar la habitación, pues ya eran las once menos diez. El sueño se acababa, aunque podria haber seguido horas. Bajé por la Avenue Kléber y llegué, un poco melancólico, a la plaza de Trocadero. Me despedí de la Torre Eiffel desde su magnífica y privilegiada explanada, siempre abarrotada de turistas y vendedores de souvenirs. Respiré hondo, y me prometí a mí mismo que volvería pronto a aquel lugar con Montse (desde que nos conocemos –media vida- siempre ha querido ir a París).

Entré en el Hotel, me duché rebobinando las dos horas y cuarenta minutos de recorrido, cerré la mochila, y la dejé en recepción junto con la llave. Cogí el metro y volví, por segundo día consecutivo, al Louvre. Allí me esperaba un segundo maratón, igualmente emocionante. Esto fue lo último que hice en París, emborracharme de arte hasta perder el sentido. Espero volver acompañado, como he dicho, muy pronto.

Os lo recomiendo.

lunes, 25 de enero de 2010

Portugal, te quiero.

Una camiseta de manga larga, una de manga corta, una botella de vinho verde, una de bebida energética, otra de frutas, otra de leche con chocolate, una chocolatina, un caramelo, folletos turísticos... No, no es una cesta de Navidad, es la bolsa del corredor que nos dieron ayer en la "Meia Maratona Manuela Machado", en Viana do Castelo. No fue más que uno de los detalles que me animan a catalogar esta carrera como la mejor organizada de todas cuantas he corrido, que ya son unas cuantas.

Desde hacía meses, tenía la impresión de que esta no iba a ser una prueba más. La cálida invitación a todos los gallegos a participar en la prueba, equiparándolos en todo a la gente de casa, me sorprendió.

Inscrito a última hora, gracias a que mi "Plan A" fue cambiado de fecha (bendita casualidad), llegué allí con la familia y los compañeros del CARSantiago a disfrutar a tope de la jornada. ¡Y vaya si lo hice! Y como yo, más de dos mil personas dispuestas a participar en 3 pruebas distintas: una caminata, una mini maratón, y una medio maratón (con más de tres millares de personas inscritas).

Rápida recogida de dorsales, café solo y brevísimo calentamiento. Me quedo solo y me coloco fatal en la salida. Mi intención era llevar un ritmo de 4 min./km. y apretar al final. La realidad fue un poco peor, por la dureza del circuito y el viento que soplaba. Hasta el 10 fue una contínua subida, bastante tendida, eso sí; y hasta el 15 clavé los tiempos previstos (60'.02''). A partir de ahí todo mucho más duro de lo que pensaba. Cambio de circuito -respecto al año anterior- y últimos km. de sufrimiento y largas cuestas. Al final, 1:25:56, que queda lejos del 1:24 que quería rondar. La mala salida y la dureza mencionada hicieron que no pudiese ser. En otra ocasión...

En la memoria queda: haber rodado muchos km. junto a la mismísima Manuela Machado (y yo sin enterarme casi hasta el final. Por eso todo el mundo la conocía, y le decían "¡Embora Nela!"); los gritos de ánimo de los cientos de personas que abarrotaban las aceras y cunetas; lo bien señalizada que estaba la carrera y el avituallamiento.... Todo, absolutamente todo, de 10.

El tiempo es lo de menos, analizado fríamente. "No pasa nada. Ha estado bien...." me decía a mí mismo al terminar. Fue precisamente en ese momento cuando nos cargaron de regalos. ¡Madre mía! ¡casi hay que llevar un remolque! Todo metidito en una bolsa, gracias a Dios (y a la impecable organización). Acto seguido me encuentro unas sillas donde poder sacar el chip de la zapatilla con comodidad. Lo que no esperaba era que una voluntaria me lo quitase y que después me quisiera atar la zapatilla de nuevo: "no, por favor, ya lo hago yo", le dije". Flipante.

El tema de las duchas otro 10. Por si no eran suficientes las que estaban al lado de meta, había allí mismo un sistema de microbuses que iban hasta el pabellón de deportes, y que iban y venían con mucha frecuencia. En un abir y cerrar de ojos estaba de vuelta, duchadito y peinado.

El final de la jornada fue apoteósico: comida con los CARSantiago cerca de Valença do Miño. Un espectáculo el bacalao, las costillas, el pollo, la ensalada, las patatas, el flan y el café. Todo riquísimo. Breve parada a tomar algo en La Fortaleza y vuelta a casa.

¡Cómo me gusta Portugal! cada día más. A veces me pregunto por qué les fascina tanto España a los portugueses, teniéndolo "tó".

Saludos, mi querida y admirada Portugal.

miércoles, 13 de enero de 2010

Después del 9 viene el 10.

Empieza 2010 como terminó 2009: corriendo y corriendo sin parar. Si al final va a ser verdad esto de las adicciones...

La primera carrera del año cayó, nada menos, que en Xinzo de Limia (un sitio donde viven un carnaval loco como en Río, pero mucho más abrigaos). Y ahí sigo, haciendo medias por debajo de 4 minutos por kilómetro. Esto, que parece fácil, sólo se consigue a base de mucho trabajo y sacrificio, y lo saben bien los que, como yo, están enganchados al running.

Ahora ya está en mente la carrera de San Xiao (que aunque suene a chino es en Ferrol), y probablemente la de Moaña el día 23. Me encantaría debutar en el extranjero haciendo la media maratón de Viana do Castelo, el día 24, pero un nuevo partido del Obra me lo impide.

El año se prevé muy exigente. Las marcas que he logrado en los últimos meses han dejado el listón muy alto. Pero, sin duda, lucharé por mejorar estos registros. Tengo que ir a por el 10, despúes del 9. Pensar lo contrario sería de cobardes...

Ya iré contando.